🇹 🇷 🇪 🇸 


Xanthe rió, una carcajada vacía.

Sus ojos se clavaron en su hermana, Bella mirándola, con una falsa culpa cruzando su rostro. Xanthe no caería, por supuesto que no lo haría.

Aro volvió a asentir, y esta vez fue el brazo restante el que fue arrancado. Un grito proveniente de su garganta, desgarrador y lastimero, un grito que no causó ninguna sensación de culpa o remordimiento en los presentes, un grito que más de uno había estado esperando...

Un grito que Xanthe estaba disfrutando.

El dolor de plasmaba en forma de mueca en el rostro de la mayor Swan, quien había sido nuevamente sostenida por Marcus Volturi desde la nuca.

Jane no esperó a que le dieran la orden, no esperó a ver las reacciones del resto, lo único que tenía en mente era ayudar a su amiga a vengar la muerte de su hija, de la niña que no tenía nada que ver y la cual había sido injustamente involucrada en algo que desde el principio la había superado.

— Dolor.

Justo allí en mitad del lugar, su don hizo efecto cuando el escudo falló, los gritos de Isabella se volvieron diez veces más intensos, más desgarradores y más placenteros de escuchar para aquella que quería verla sufrir de la misma forma que sufrió ella.

Jane se detuvo minutos después, viendo la piel de la vampiresa quebrantarse más y más ante las grietas que obtuvo al sus extremidades ser arrancándolas. La rubia sonrió con burla hacia la joven frente a ella, tomando el brazo izquierdo y jugueteando con el como si fuera una vara. Xanthe se colocó en la posición en la que Caius anteriormente estaba, y Jane adoptó la que la pelinegra tenía. Una sonrisa triunfante se formó en su rostro al ver otra roca de similar tamaño a la anterior.

Xanthe contó hasta tres antes de lanzar, calculando la trayectoria que la piedra debía tomar mientras tanto. La joven Volturi golpeó con fuerza, el objeto desapareciendo en tan sólo un instante frente a sus ojos.

— ¿Qué tal?

— Igual de inútil que el anterior.

Ambas vampiresas se sonrieron mutuamente, sus ojos dirigiéndose a lo restante del cuerpo de Isabella Swan. Jane volvió a utilizar su don en ella, una última vez. Había deseado hacer aquello desde que la antes humana había visitado Volterra en un intento desesperado de evitar que Edward Cullen se suicidara. Quién le diría que estaría cumpliendo su deseo justo en aquel momento.

— Ocúpate de tu hermana, nosotros nos encargaremos de los lobos.

Xanthe la miró, su expresión en blanco.

— No todos los lobos-

— Lo sé, sé que os lleváis bien con ese alfa y su manada—Jane dejó un pequeño apretón en su hombro antes de dejarla frente a la mayor.

Isabella Swan yacía en el suelo, las palabras no brotaban de su garganta debido al dolor que estaba experimentando, su cuerpo parecía haberse separado de su mente y le estaba evitando pensar. Pasos sonaron a su lado y pronto se encontró junto a Edward mirando el moribundo cuerpo de su hermana.

— Me parece muy estúpido decir algo como lo siento en este momento.

La pelinegra elevó la comisura de sus labios.

— Porque lo es.

— Estaba intentando que no llegaran a ella, que no llegaran ni a Aithne ni a Renesmee.

— Creo que todos lo hacían, Edward.

— Si pudriera volver atrás en el tiempo-

— Pero no puedes—cortó sin darle tiempo a terminar. Xanthe suspiró, algo que no había imitado hacer desde hacía varios meses. Su voz se proyectó, mostrando tristeza y cansancio:— Simplemente ayúdame a terminar con todo esto, quiero que esto termine.

Edward agarró el cuerpo de Isabella desde atrás, enderezándolo para dejar la cabeza en dirección a Xanthe. La vampiresa vio cómo los ojos de su hermana se clavaban en ella, vio como el tono rojizo opaco se volvía negro. La escena mostraba un ambiente lúgubre, los aullidos lastimeros de los lobos que estaban siendo asesinados por los Volturi a su espalda y la conversación de algunos integrantes del clan Olímpico. Xanthe dejó su mirada ir un poco más allá y sus ojos se cruzaron con el llamativo y atrapante tono dorado de Edward Cullen. El cobrizo la miraba con una extrema determinación en el rostro, esperando que Xanthe hiciera aquel movimiento que les proporcionaría tranquilidad a casi todos ellos.

El olor a madera quemada llegó hasta sus fosas nasales, indicándole que ya habían encendido alguna clase de hoguera o antorcha para la ejecución de su hermana.

Xanthe avanzó hasta tener sus manos en la cabeza de la mayor, una mano en la nuca y la otra en el mentón, tirando hacia arriba con fuerza. Los ojos de Isabella se agrandaron a medida que Xanthe tiraba de ella.

— Yo sólo quería una hermana que me quisiera—con estas últimas palabras, la pelinegra dio un tirón con fuerza y separó la cabeza del cuerpo. Rosalie Hale avanzó con una pequeña antorcha prendida, bajó su mano y dejó que el fuego se adueñara de la cabeza de su ex-cuñada.

El silencio se hizo presente, un silencio mortal que no tardó en hacer volver a la realidad a Xanthe.

Había terminado.

La pelinegra se enderezó, dirigiéndose con rapidez hasta el cuerpo de su hija. Abrazándolo con fuerza, sufriendo en silencio mientras pedía perdón en voz alta una y otra vez.

Todo había terminado, ¿pero a qué precio?

Xanthe se arrepentía, se arrepentía haber vuelto a Forks, se arrepentía no haberle hecho caso a su yo interior que le pedía una y otra vez que no se dejara ver por su hermana nuevamente.

— Xanthe—la voz de Jane quebró su ensimismamiento, haciendo que su atención cayera totalmente en ella—, te ayudaremos a darle un entierro a tu pequeña... también dudo que te quedes en Forks, más cuando ya tenías un acuerdo con Aro sobre irte.

Carlisle interrumpió, negándose a creer lo que acababa de escuchar.

— ¿Te irás con Aro?

El nombrado se llevó una mano al pecho con falsa ofensa ante el tono indignado del Cullen.

— Cuando Xanthe me escribía sus cartas, yo terminé por contarle sobre esto a ellos. Aro dio la opción de elegir si Xanthe requería nuestra ayuda o no, pero todos sabemos que las cosas no son gratis. Si ella aceptaba nuestra ayuda, se uniría a nosotros una vez que volviéramos a Volterra.

Edward intervino.

— ¿Qué? ¡No!

— No es tu decisión, Edward—cortó Xanthe—. Mira cómo estamos, tardé en aceptar su ayuda por no querer irme a Volterra y tener que arrastrar a Keon o mi hija conmigo, y mira a donde nos ha llevado. De igual forma debo ir a Volterra, pero tengo dos muertos a mi espalda.

Jane, de pie junto a ella, estiró una de sus manos en señal de invitación.

— ¿Vendrás con nosotros, cierto?

Los ojos de Xanthe recorrieron todos y cada uno de los rostros contrarios, terminando en aquel perfecto rostro que había sido la causa de su desdicha.

La pelinegra asintió, su pálida mano tomando la pequeña de la rubia Volturi. Jane la ayudó a ponerse en pie, no pudiendo evitar que la vista de la más alta se tornara negra. Jane la llamó, más Xanthe parecía haberse quedado estática sin poder ver nada. Su mano fue fuertemente apretada, provocando que la pelinegra regresara el apretón.

— Xanthe, ¿estás bien?

La nombrada tembló ante la familiaridad de la voz.

— ¿Keon?

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